La Flor de la Sierra: la tasca de las sardinas
Cuando yo era pequeña y mis padres, Vermutero Baratero y la Vermutera Mayor, me llevaban de tapas los miércoles y los domingos, a veces les oía la frase «vamos al marrano». Se le llamaba así, porque el señor que atendía la barra hace 30 años era un poco marrano, se le caían las sardinas al suelo y las volvía a echar a la plancha. Y aún hoy, después de años y años, sigo yo diciendo la misma frase nostálgica. Si bien es cierto que la Flor de la Sierra es conocida así en mi familia y en algún círculo más, en general en Zaragoza se le conoce como el bar de las sardinas.
Es una tasca de las que gustan, de las de echar horas y salir oliendo a plancha, a esa plancha maravillosa que hace unas sardinas tremendas. Unas sardinas que van con un untico buenísimo de aceite y ajo y algo más, que creo que es vinagre, pero no estoy segura. Puedes pedirlas por docena o por media docena. La última vez que estuve pedí media ración y me regalaron una sardina más. Y es que, normalmente, son sardinas pequeñas que vienen del mediterráneo, nos contó el dueño.
El caso es que merece la pena acercarse a esta tasca escondida a escasos metros del Pilar y de La Seo. No sólo de sardinas viven en la Flor de la Sierra: también puedes encontrar patatas asadas con mojo (muy ricas y jugosas), brocheta de morro, quesos, embutidos y salazones. Y todo esto en una tasca grande, con un montón de botellas de vino viejo en las estanterías altas, altísimas, sobria, clásica, de las de visita obligada en Zaragoza. Además, si te gusta la sidra, tienen botellas de sidra asturiana, que te escancian sin problema.
No te pierdas dos cosas muy curiosas: la gran estufa que tienen al fondo, que yo recuerdo de pequeña verla en el centro, y el detalle en la cuenta…
La Flor de la Sierra. Calle San Valero, 8. Casco antiguo de Zaragoza.
Bajando por la calle Don Jaime hacia el Pilar, es la última calle a la derecha.